PRESENCIA Y RECUERDO
FERNANDO BELAUNDE TERRY
Presente
Antes de viajar a Máncora, leí un artículo sobre el estado de salud del Presidente Belaunde, en el cual el arquitecto declaraba, en lenguaje popular, que estaba "vivito y coleando". En Máncora, escuchamos con dificultad una radio ecuatoriana de Guayaquil, que anunciaba el sensible, lamentable y triste fallecimiento del Presidente Belaunde. Por estar ausente de Lima, no pude participar del velorio, ni del sepelio, ni de los actos relacionados con sus exequias.
Al llegar a Lima, tuve la oportunidad de ver imágenes de esas tristes ceremonias, las populares y las oficiales, de escuchar parte de algunos discursos y de leer una serie de elogiosos artículos sobre la vida y la obra del Presidente Belaunde.
No voy a referirme en este escrito a las virtudes y valores del Presidente Belaunde, como persona, profesor, político, gobernante y hombre de Estado, porque sobre todo ello ya se ha escrito bien y bastante y si yo insistiera en esas apreciaciones, este artículo resultaría, necesariamente, repetitivo y redundante. Además, he tenido oportunidades de ver y escuchar al Presidente Belaunde, en programas televisivos recientes, recuentos de los más importantes momentos de su vida política en las fotografías tomadas durante años, por su amada Violeta.
Yo le decía al Presidente Belaunde, amigo y pariente. Sobre esto es que voy a borronear, como decía mi abuelo, unas líneas al vuelo de la pluma.
Ya se han efectuado menciones a su niñez, a su vida de estudiante, en el extranjero y su vocación y actuación como profesor, en el Perú y en el exterior.
El Presidente Belaunde amaba enseñar a la juventud. Fue un excelente profesor, inteligente y culto y cautivó a sus jóvenes alumnos que lo hicieron su líder político. Prácticamente, cronológicamente, Belaunde ingresó a la actividad política a la mitad de su vida. No voy a escribir sobre él, como político, ni como gobernante, porque calificadas personas, de todos los ámbitos políticos –salvo algunas excepciones– ya lo han realizado, en forma elocuente y justamente elogiosa.
Voy a referir sólo algunas anécdotas personales, que por ser privadas y de épocas pasadas, muchos jóvenes de hoy desconocen.
En primer término, desearía escribir que el Presidente Belaunde era mi pariente cercano, pues los dos descendemos de uno de los tres famosos generales Diez Canseco, Pedro, Manuel y Francisco, a su vez, hermanos de Francisca, la esposa del Mariscal Ramón Castilla y Marquezado.
Mis primeras relaciones amistosas con el Presidente Belaunde, se produjeron cuando él con 32 amigos organizaron el Club La Honda, en una playa del sur, en la que él se construyó una casa playera y vivía frente al mar que tanto amaba.
Yo, como abogado, redacté y autoricé la minuta de constitución de esa Asociación. Posteriormente, el Presidente Belaunde, gran aficionado a la fiesta brava, a las corridas de toros, no sólo toreaba como aficionado, sino que no se perdía una corrida en Acho. Como aficionado, toreaba con su gran amigo el arquitecto Gabriel Tizón, con sus amigos, Fernando Graña, Tuco Roca, Fulvio Da Fieno, los Aramburú y los Solari. Alguna vez dimos algunos capotazos el mismo día. El Presidente Belaunde, cuando iba a la Plaza de Acho, no iba al Palco Presidencial, salvo ocasiones protocolares, si no a un cuarto que tenía al lado de la salida de los toriles, cuarto al que invitaba, casi siempre a sus amigos Tizón, "Panamo Solari" y algún Aramburú. Cuando los maestros le brindaban la faena de muleta y la suerte suprema de un toro, él compartía las ovaciones con los toreros triunfadores.
Un grupo de amigos, amantes del arte moderno, decidimos crear, en reemplazo de la Galería Lima, el Instituto de Arte Contemporáneo (IAC). Entre los que fundamos ese instituto estaban Fernando Belaunde, Manuel Mujica, Manuel Checa, Fernando de Szyszlo, Luis Miró Quesada Garland, Joaquín Roca Rey, Jorge Piqueras, Alfredo Ruiz Rosas, Emilio Rodríguez Larraín Balta, Francisco y Benjamín Moncloa y yo, que redacté y autoricé la minuta como abogado del IAC.
Las dos últimas veces que estuve con el Presidente Belaunde, fue en los homenajes que la Universidad de Lima le tributó a nuestro común amigo el Embajador Javier Pérez de Cuéllar. En esa oportunidad lo ayudé a bajar unas escaleras. La última fue en el homenaje de ‘El Comercio’ a nuestro también común amigo, el filósofo Francisco Miró Quesada Cantuarias. Allí estuvo con Francisco Morales Bermúdez, de quien Belaunde recibió la Banda Presidencial –en 1980– y nuestro querido amigo el Presidente Valetín Paniagua Corazao.
Cuando terminé mi exposición, el primero que se me acercó fue él y recordamos aquello de "amigo, pariente y Presidente".
En un discurso oficial de homenaje al Presidente Belaunde, se le considera como uno de la trilogía de la intelectualidad política más destacada del Perú en el Siglo XX. Es cierta la importancia de Mariátegui y de Haya de la Torre, pero si nos referimos a los más destacados intelectuales peruanos del siglo pasado, no podemos dejar de citar a José de la Riva Agüero y Osma, a Víctor Andrés Belaunde Diez Canseco, a Raúl Porras Barrenechea, a José Luis Bustamante i Rivero, a Jorge Basadre y muchos más, entre los que destacan –a mi juicio– dos, cuyos valores, sobrepasaron las fronteras del Perú y que no consignaré, porque los dos, felizmente, están vivos y activos.
El Presidente Belaunde amó a Dios, a su patria y a todos los peruanos, sin excepciones, gobernó democráticamente para servir a su pueblo, a todos, sin diferencias, dentro de esa "hermandad" que tanto amaba y siempre con fe y optimismo, buscando –al lado de su amada Violeta– recorrer el camino que lo condujera a lograr la felicidad y el bienestar de su pueblo, pensando en el porvenir y marchando, sin pausa, mirando siempre, hacia… adelante.
Publicado en la revista REGATAS, Julio de 2002.
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